Hemos crecido los evangélicos en el Perú?
Víctor Liza JaramilloLima, viernes, 17 de octubre de 2008
Víctor Liza JaramilloLima, viernes, 17 de octubre de 2008
El último censo realizado en nuestro país (octubre de 2007) da cuenta de que el 12,5 % de la población peruana es evangélica. En casi una década y media, nos hemos duplicado en cantidad. Esto ha sido festejado y resaltado por el sector conservador del mundo protestante, con tendencia hacia lo neo-pentecostal.
Y es festejado porque, desde la óptica de este sector, la meta es lograr que el Perú sea para Cristo. Así, literalmente. Si todos los ciudadanos tienen la misma fe, eso será bueno. Y la idea es que el gobernante de nuestro país tiene que ser evangélico (o cristiano, como se hacen llamar). Y entonces encontraremos el progreso y el desarrollo. Esa fue la consigna en las elecciones presidenciales de 2006, cuando el pastor Humberto Lay fue candidato a la primera magistratura de la nación.-
Esta forma de pensar es constantiniana e intolerante. Porque actúa bajo la lógica de que si todo el país adquiere una misma creencia, eso será bueno. Además, esconde una lógica anticatólica que está desfasada, que es de los primeros años del Siglo XX, época en la que Roma decidía lo que se tenía que hacer y se oponía (y perseguía) a todo lo que fuera diferente a ellos. Y no sólo esto, sino que no respeta la presencia de otras minorías.
Es cierto, ya somos más. Más de dos millones y medio de habitantes que profesamos la confesión evangélica. Estamos consolidados, numéricamente, como la segunda minoría religiosa en el país. Pero, ¿cuál es nuestro peso en la sociedad peruana actual? ¿Por ser más, necesariamente tenemos más relevancia que antes?
En las épocas más duras de la violencia política, tanto cuando Sendero Luminoso arreciaba con sus atentados, y luego Alberto Fujimori instaló su modelo represor; los evangélicos, siendo una minoría de sólo 5 o 6 %, nos hacíamos sentir más. Sendos comunicados del CONEP y la asunción inmediata de la defensa de inocentes como Juan Mallea, fueron los mejores ejemplos.
Tan buena era la imagen de los evangélicos, que 15 de nuestros hermanos fueron electos parlamentarios en 1990. Aunque después, llegaría el desprestigio, debido a la poca preparación en política y el alineamiento de algunos evangélicos con el régimen fujimorista. Pero una minoría de la Iglesia Evangélica, integrada en la sociedad civil, en un acto de consecuencia con los principios cristianos de justicia y libertad, denunciaron las atrocidades de la década de los 1990, hasta que Fujimori cayó.
Parece que caído el régimen de Fujimori, allí nos hubiéramos quedado. Ahora los temas de debate (promovidos por los neo-pentecostales) son la libertad religiosa y el rechazo a la concesión de derechos a ciertas minorías, como es el caso de los homosexuales.
En un país como el Perú, donde aún hay injusticia social, corrupción y donde no se respetan los derechos humanos de las personas, es necesario que quienes tenemos la herencia de la reforma protestante, planteemos posiciones serias y concretas respecto de estos temas, y no dejemos desviar la atención hacia otros asuntos que, más bien promueven la consolidación del estado de las cosas. Allí es donde debemos preguntarnos si realmente hemos crecido. Y no sólo en cuestión numérica. No se trata de ser más, sino de ser sal y luz.
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